“Recuerdo también que ya en 1965 el histórico e iluminado crítico de fotografía Renzo Chini, durante su intervención en el Congreso Nacional sobre los Problemas de las Ciencias y las Artes –en Torino– definía de manera clara y neta: ‘El fotolibro es un género expresivo como lo son la comedia, el cine, el cuarteto, etcétera” (Paolo Gasparini, “Mi pequeña foto-libre historia de los fotolibros”).
Alejandro Sebastiani Verlezza
Paolo Gasparini, el fotógrafo goriziano (1934), vuelve con un nuevo y ambicioso fotolibro: Andata e ritorno. Si bien fue pensado en italiano, también tiene sus respectivas traducciones al español y al inglés. Cuenta con una “pequeña” y personalísima historia, escrita por el propio Gasparini, el diseño de Ricardo Báez y la incursión de una particular confluencia de poetas, ensayistas, traductores y correctores que han sumado sus conocimientos y reflexiones a la edición (Marco Menato, Silvio Mignano, Octavio Armand, Adalber Salas Hernández, Victoria Ballas, Alberto Márquez, quien esto escribe). El resultado de todos estos cruces: una obra única en su género, memorable, editada en Caracas por La Cueva, impresa en Madrid con Brizzolis, aunque ya venía gestándose desde Gorizia.
Gasparini ha deslizado más de una vez esta sugestiva clasificación: autofotolibro. Y la historiaes larga, pero una parte la dará hoy a conocer el Premio Nacional de Fotografía –1993– en la actual edición de Paris Photo (para mayores señas: en el stand de la Editorial RM), la importante feria de la ciudad europea que ha logrado reunir por más de dos décadas a editores, coleccionistas, galeristas, estudiosos y demás interesados en en el tema. Sí, en Andata e ritorno aparecen imágenes sobre imágenes que se integran con la palabra y el diseño, la pasión por el archivo y la memoria, las idas y las vueltas del que va con su cámara y “dice” con su cámara por aquí estoy pasando en dípticos, trípticos, polípticos: (foto)montajes (y murales, videos…son amplias las derivas de Gasparini).
Andata e ritorno –esta suerte de poliédrica y autobiográfica Obra– nace de una edición previa, condenada a las cenizas. El incidente ocurrió en Gorizia, debido a un error desafortunado con el impresor que agregó una página en blanco y alteró –así se lo dijo a Gasparini, graciosamente, como de pasada– “el juego de las imágenes” (es decir: la disposición de la secuencia fotográfica que sostiene el armazón de su fotolibro). ¡Y cólera! Pero esta experiencia “fallida” –la palabra es del fotógrafo, también “debacle”– estuvo acompañada de una exposición –que sí se llevó adelante y con los saludos de la ciudad que recibe y reconoce las tantas vueltas de su hijo– en la Biblioteca Statale Isontina de Gorizia, hace poco menos de un año, como lo reseñó en el diario triestino Il Piccolo Cristina Feresin. Menato, el director de la institución cultural, fue uno de los promotores del reconocimiento.
Como el trabajo de Gasparini se mueve en un constante juego de variaciones, vueltas y recreaciones, transposiciones, permutaciones y multiplicaciones creadoras, ecos de una imagen con mil y un puntos de fuga, en esta entrega trilingüe y remasterizada de Andata e ritorno Gasparini –lo asomaba al principio– se animó a escribir un largo texto introductorio –su proceso de escritura: a ratos en italiano, a ratos en español– que cuenta la historia de la “destrucción” (una joya para los buscadores de supervivencias catalográficas), el desaguisado que lo produjo, el nacimiento de este novísimo y original fotolibro, pero enlazado con su propria experiencia, desde los años de Bobare y sus encuentros con Paul Strand (auténticas lecciones de fotografía), mientras recorrían el país desde los Andes hasta Maracaibo.
Una poética, tal vez una confesión y, por qué no, hasta un apasionado –no desprovisto de ironía y melancolía– manifiesto. Ya el título de su evocación lo indica: “Mi pequeña foto-libre historia de los fotolibros”. Firmado en la infeliz Caracas, mayo 2019, anota Gasparini (la traducción aquí ha implicado un nutritivo tour de force, aunque bien podría decirse, a la manera del autor, un work in progress, o una brega):
Quizás pueda parecer exagerado, o presuntuoso, pero ya en los lejanos 60 –cuando no se pronunciaba la palabrita mágica y el celebrado Martin Parr era todavía un niño– yo sabía que un fotolibro no era un libro con fotografías bien encuadraditas y cada una por su propia cuenta, sino que se trataba de un racconto a través de las imágenes. Sabía que la esencia del fotolibro es la narración y que a través de su propio lenguaje visual construye una historia. Así me lo había descrito y explicado Paul Strand viajando desde los frailejones de los Andes venezolanos hasta el crudo horizonte de las torres de los balancines que chupan el petróleo en el Lago de Maracaibo. Recuerdo también que ya en 1965 el histórico e iluminado crítico de fotografía Renzo Chini, durante su intervención en el Congreso Nacional sobre los Problemas de las Ciencias y las Artes –en Torino– definía de manera clara y neta: “El fotolibro es un género expresivo como lo son la comedia, el cine, el cuarteto, etcétera”.
Y así va parte de mi pequeña historia en el mundo de la fotografía, con sus benditos fotolibros y todo. Espero con esta nueva edición de Andata e ritorno haber logrado expresar mi manera de decir el mundo: del Friuli de Pasolini y las bicicletas de Zigaina al manifiesto gastronómico. Del pan de ayer al hambre de hoy. Del estudio fotográfico de los hermanos Aldo y Giuliano Mazzuco, en Gorizia, al México zapatista de tierra y libertad. De las minas del Cerro Rico ―digo, es un decir― de Potosí, en Bolivia, al bulevar Unter den Linden de Berlín del Este. Del Primer al Tercer mundo, siempre herido, siempre con el corazón sangrante en la mano. A Cuba, de la utopía al desencanto. De São Paulo a Los Ángeles y de Caicara del Orinoco a París, de Londres al Cuzco y de Caracas a Vibonati, en el golfo de Policastro. Del león prisionero de Manaos ―en el Río Amazonas― a los reflejos como estrellas fugaces gasificadas de las elegantes vitrinas, como cuchilladas fosforescentes del nonsanto Agente Naranja.
Siempre, en cada lugar, la sociedad del espectáculo corrompe el paisaje y la vida. Y en todas partes los hombres y las cosas están signados por el dolor y las ofensas del poder. Para no olvidar.
Ya había publicado en el 2017 con La Cueva otro fotolibro –La verdadera historia de Paolo Gasparini– que también viajó en su momento al Gran Palais. Y así, retornos van y vienen, con este par de ediciones, sin duda emparentadas, es posible acercarse a las inquietudes del fotógrafo y sus viajes (se sabe ya: Caracas, Trieste, La Habana, Ciudad de México; Caracas de nuevo, Trieste…). Y tanto en La verdadera historia… como en Andata… aparece el diálogo entre el pasado y el presente creando siempre nuevos sentidos y visiones, la vida de las ciudades y sus “asomados”.
Coda: esta nota para anunciar la venida de Andata e ritorno vale como otra entrega de “El baúl mundo de Paolo Gasparini”; cabe recordar que la nueva avanzada del fotógrafo goriziano con La Cueva coincide con la aparición de Rostros y ‘golpes’ en Venezuela; en el contexto de esta muestra en la Galería Carmen Araujo Arte también se dio a conocer –el pasado 23 de octubre– la reedición del ya mítico Bobare; rediseñado por Báez, se trata de la primera incursión de Gasparini en el montaje fotográfico en diálogo con la expresión escrita y el levantamiento de una mirada comprometida con la viva y dramática realidad –que no “realismo”, aunque sí un poco neorrealista, pero a la italiana– de tantos “asomados”, en su escenario “natural”, sin poses militantes, ni ultrosas, tampoco muy épicas; apenas la vida…
Complimenti!