La verdadera historia de Paolo Gasparini
2017
128 páginas
19 x 12.5 cm (cerrado) 19 x 25 cm (abierto)
Encuadernación french fold o encuadernación japonesa
Bilingüe
ISBN 978-980-7780-04-9
1ra. Edición 2017
Diseño: Ricardo Báez
Textos: Juan Antonio Molina
Biografía: Sagrario Berti
Impresor: Editorial Ex Libris c.a.
Menciones / Premios:
X Premio Nacional del Libro 2016-2017. Premio categoría “Formato Innovador”, Venezuela.
Fola (Fototeca Latinoamericana) Premio de fotolibros 2017 preseleccionados, Argentina.
La verdadera historia de Paolo Gasparini ofrece un apretado compendio de las más profundas inquietudes sociales y estéticas de un fotógrafo italiano con la vida repartida entre Caracas, Trieste, La Habana y Ciudad de México. Aquí aparece recombinada la historia de sus imágenes, el diálogo entre el pasado y el presente, con la vida de las ciudades y sus “asomados”, en un libro llevado por el juego del fotomontaje. Esta experiencia de Gasparini (1934), publicada por La Cueva, editorial venezolana especializada en fotolibros, está acompañada por la mirada crítica de Juan Antonio Molina, el diseño de Ricardo Báez.
Y decir aquí fotomontaje también remite a los fotoracontti italianos, tan afines a Gasparini, es decir, la sabia combinación de la fotografía y el relato en función de reconstruir las huellas de su propio mundo, cada una de sus épocas. Un trabajo autobiográfico, la crónica de las derrotas ideológicas sobre la realidad, la voz de los márgenes en América Latina que se expresa con su propia vitalidad, en sus escenarios naturales, riéndose, sin alzar la voz, sin poses militantes, ni relatos épicos.
Por debajo de todo lo anterior, hay algo más discreto en esta historia personal del Premio Nacional de Fotografía (1993): la pasión por mirar los cuerpos y sus colores, con todo su poder persuasivo, a partir de una larga sucesión de fotografías recortadas y hasta descentradas. Sí, imágenes sobre imágenes integradas con la palabra y el diseño, relatos encajados que muestran cómo las vidas pueden sostenerse a sí mismas –alma y aguante– en la pobreza y los paisajes devaluados.
En esta nueva aventura editorial de Gasparini se concentra su pasión por el archivo, la memoria, los viajes, la certeza del que dice con su cámara por aquí estoy pasando y da su testimonio. Desde esta personalísima enunciación habla el fotógrafo que corta fragmentos del mundo para integrarlos a sus inquietudes más personales, regidas por la pasión y la pulsión del regreso, el viaje de vuelta revivido.
Paolo Gasparini. Gorizia, Italia, 1934. Vive entre Caracas, Ciudad de México y Trieste. Inicia la actividad fotográfica a la edad de 17 años, en Gorizia. Sus primeros fotos representan la realidad social de la postguerra y están vinculadas a la estética cinematográfica del neorrealismo italiano. Emigra a Venezuela en diciembre de 1954 donde vive su hermano Graziano Gasparini (arquitecto y también fotógrafo). En Caracas se une al “movimiento de la modernidad”. Ejerce el oficio de fotógrafo de arquitectura con Carlos Raúl Villanueva, Tomás Sanabria, Martín Vegas y José Miguel Galia y Dirk Bornhorst. Colabora en la revista de arquitectura: A, hombre y expresión, dirigida por Villanueva, Juan Pedro Posani y Ramón Losada. En los mismos años recorre el país fotografiando lugares y modos de vida en el medio rural. En febrero de 1960, Paul Strand y Hazel Kingsbury viajan a Venezuela para quedarse con Paolo y Franca Donda. Durante 15 días la parejas las parejas viajan por el occidente del país. En esa oportunidad Strand asesora a Paolo en la propuesta de un libro sobre Venezuela. Por estas fechas, Gasparini, se interesa en las fotos de Robert Frank y en el fotoensayos de William Klein. Entre 1961 y 1965 vive en Cuba. Colabora con el suplemento Lunes de Revolución, dirigido por Carlos Franqui y en el Consejo Nacional de la Cultura cubana. Fotografía la campaña de alfabetización, la zafra y el quehacer cotidiano de los primeros años de la revolución, a los que Gasparini denomina: “La última utopía de la izquierda”. En la isla se une a la euforia de narrativas audiovisuales enaltecedoras de la ficción castristas -la fiesta cubana, la música y “las mulatas”, parafraseando a Gasparini- a través de los documentales de Chris Marker, Agnés Varda, Santiago Álvarez, Tomás Gutiérrez Alea y Joris Ivens. Trabaja con el dramaturgo, poeta y cineasta francés Armand Gatti en la película El otro Cristóbal (1963)[1] y con Alejo Carpentier, recorre La Habana registrando “la ciudad de las columnas”. Desde 1965 a 1967 vive en Italia. Fotografía la región del Friuli haciendo la serie: Miracolo italiano. Regresa a Venezuela en 1967. Junto a Edmundo Aray, Ramón Palomares, Duda Ferrari y Efraín Hurtado coedita Rocinante (1968-1971); una publicación comprometida con el proyecto político de la lucha armada del país y diside del partido comunista y del Movimiento al Socialismo (MAS). Registra, al mismo tiempo, edificaciones y manifestaciones callejeras en Caracas. Entre 1970 y 1972 es contratado por la UNESCO, junto a al investigador de arte argentino Damián Bayón, para desarrollar el proyecto: “Panorámica de la arquitectura latinoamericana”. Recorre todos los países de América Latina captando edificaciones emblemáticas que distinguen al arte arquitectónico moderno del continente. Documenta, en simultaneo, la vida cotidiana de los habitantes en las ciudades y en sus extrarradios; fotografías que emplea en su primer fotolibro: Para verte mejor América Latina (1972). En 1976, junto a la investigadora y promotora de fotografía en Venezuela, María Teresa Boulton crea La fototeca (1976-1979), [2] primera galería y librería especializada en la misma disciplina en el país. Por recomendación de Strand en los años 70 entabla relación con el fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo y comienza a fotografiar el territorio azteca. Constantemente, Gasparini atraviesa el viejo continente y el nuevo mundo: “El otro, Otro mundo”, espacializando los recorridos y transcribiendo sus huellas en imágenes. En sesenta años de actividad fotográfica ha representado las contradicciones sociales, las tensiones políticas de los habitantes que transitan, viven o trabajan en las grandes metrópolis, no solo latinoamericanas, por ejemplo: en Ciudad de México, Sao Paulo o Caracas, sino también en New York, Berlín, Los Ángeles, París o Londres. Registra a todos los sin voz que la esfera pública paradójicamente excluye: inmigrantes, mineros, prostitutas, mujeres, niños, mendigos, viejos, devotos, los que padecen, los suplicantes, “los asomados”,[3] vendedores ambulantes o lisiados. Para vertebrar sus obras usa tres dispositivos mediales: hace fotomurales y “gigantografías” en exposiciones, recurre al formato audiovisual y fotolibros. Sus fotografías han sido impresas por Carlota Blanco Tovar, por la cineasta italo-venezolana Franca Donda y actualmente las copias las hace la mexicana Araceli Cortés. Gasparini ha sido investigador invitado en: Programa de Cultura Urbana de la Ciudad de México, (1994) -en esta oportunidad mapeó la metrópolis de la mano del investigador Néstor García Canclini-; por The Getty Research Institute for the History of Art and Humanities, proyecto Perspectives on Los Angeles: Images, Narratives, History, Los Ángeles (1997) y por la Fundación Rockefeller: Construyendo la Democracia: Ciudadanía, Nación y Experiencia Urbana Contemporánea, Universidad Estatal de Campinas (1997). Ha recibido diferentes premios, entre ellos: Contribuciones al Neorrealismo, revista Cinema Nuovo y el Referéndum Popular, Spilimbergo (Italia), 1953-1954; Medalla de plata, XV Encuentros de Arlés, 1984; artista del año, otorgado por la Asociación Internacional de Críticos (AICA), Venezuela, 1990. Premio Nacional de Fotografía, Venezuela, 1993 y el International Award of fotography del CRAF, Centro di Ricerca ed Archiviazione della Fotografia, Spilimbergo, 2000. Las obras de Paolo Gasparini forman parte de las siguientes colecciones: Biblioteca Nacional de París, Museo de Arte Reina Sofía, Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), George Eastman House, International Museum of Photography and Film, Centro de Arte Contemporáneo Fundación Televisa, Centro di Ricerca ed Archiviazione della Fotografia (Spilimbergo), Biblioteca Nacional de Venezuela, Museo de Bellas Artes de Venezuela (MBA), Galería de Arte Nacional de Venezuela (GAN), Archivo Paul Strand, Universidad de Arizona (Tucson), de la Universidad Metropolitana (Itzapalapa, México) y Casa de las Américas (La Habana). [1] Con Gatti establece una estrecha amistad. Trabajaran juntos desde 1962 hasta la muerte de Gatti en el 2017. [2] Según María Teresa Boulton, La fototeca en 1978 se transforma en: Consejo Venezolano de la fotografía. En conversación con la investigadora, 25 de mayo, 2017. [3] Gasparini llama a las personas que están fuera de lugar —no necesariamente inmigrantes o exiliados— «asomados», y para describirlos recurre al refrán venezolano: aquellos que se sienten como “cucarachas en baile de gallina”.